martes, 30 de noviembre de 2010

CONJURADOS LOS PELIGROS DEL LIBERTINAJE

Son años convulsos los que nos tocan: Revueltas de campesinos, nobles caídos en desgracia, invasiones de pueblos contrarios a la fe, una Corte hedionda, villanos y villanas con más predicamento que validos y bachilleres, el latrocinio como forma de gobierno y los parroquianos en tierras baldías sin un mal mendrugo que llevarse a la boca.

Medrar y arrastrarse, la misma postura son.

Ha tiempo ya que Dios, nuestro señor, llamó a su fiel servidor, Don Tomás de Torquemada, que de santa gloria disfrute y quedamos, aquí en el mundo, huérfanos de su sabia palabra y su mano firme con infieles, herejes y felones a la Sagrada Fe.  Temiendo cada amanecida como si de la última de nuestra civilización se tratare.

Al servicio de la Fe, toda sangre es poca.

Hete aquí que en nuestra afamada villa; gentes pías de sentimientos nobles y brazo fuerte, que ya lo quisiera yo para domeñar las tozudeces de mi Rucio, y corazón puro entregado al servicio del Señor; han dado en componer un códice, bueno donde los haya, que regule, dicte y castigue a las gentes que osen perturbar la paz y sosiego de nuestras villas, casas, haciendas y heredades so pena de dar con sus huesos en picota y sus bienes en las justas manos de la Iglesia.

Desconfía del dichoso, algo oculta en el pozo.

La noble señora Duque, que aunque sea duque y no duquesa noble dama es; madrina afortunada es de esta criatura escrita que los siglos han de ver y que dará fin a la fea costumbre de abrevar caballerías en fuente pública o de cantar y mostrar regocijo fuera de los días que para esos menesteres sospechosos ha previsto la Santa Madre Iglesia; ha convencido al Rey y sus consejeros de la bondad de este códice, Ordenanza de Convivencia que llama y sabio nombre es ya que no es posible que buenos cristianos convivan sin orden ni concierto, recordando más a la pecadora Sodoma que a una villa campesina de la noble y sobria Castilla.

Cuando el Diablo no ha qué hacer, con el rabo mata moscas.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

UN PUEBLO HERMANO SUFRE

Me ilustra el, siempre respetado, bachiller Sansón Carrasco, de las penurias, miserias y dolor que sufre el pueblo hermano que llaman saharagüi y que mora en las costas africanas allá por la lejana el Aaiún y la más lejana Villa Cisneros.

Cuenta el bachiller Carrasco que son gentes de tez morena y agradable a la vista, humildes en sus cosas, de trato apacible y siempre sonriente.  Hospitalario como el que más, que no hace pereza en dar lo que tiene y más que tuviere.

Rezan las crónicas que el rey de sus vecinos del norte, del reino de Al-Magrib, envidioso, mezquino y codicioso, a quien el Señor confunda; invadió sus áridas tierras haciendo oídos a voces de ruines consejeros que le hablaron de un sin fin de tesoros ocultos por la sabia madre natura y por designio divino, bajo sus ardientes arenales y que fizo presos a todos los que osaron reclamar su derecho a la tierra y con amenaza bien cierta de tortura o una muerte terrible, sometió provincias, pueblos, casas, ganado y cuerpos, que no almas que esas no sucumben a barrotes, látigo, cimitarra o garrote.

Y dicen que los muchos que lograron escapar al yugo del Al-Magrib se agruparon fuera de sus dominios usurpados y, faciendo de la necesidad virtud, construyeron casas y escuelas y mercados y fortalezas y, aún todavía, desean volver a la tierra arrebatada a tal punto que se humedecen los ojos solo con mirar a poniente.

 Y el artero rey murió y, como acaece en toda tierra, le sucedió su hijo que llegó con palabras dulces y melosas, que susurraba al oído de los demás reyes vecinos y de lejos que, reunidos en Consejo, instaron a devolver al maltratado pueblo saharagüi su suelo, su vida y su historia.  El rey era nuevo pero, vive Dios, que sus trucos y añagazas son viejas como el sol y, tras las buenas palabras, la sangre tiñó las arenas como no se hacía hace lustros.

Sé que no están los tiempos para embarcarse en aventuras de futuro incierto mas inquiero a reyes, príncipes y gobernantes de todo pelaje y condición a desoír ardides y estratagemas tejidos con la mano enguantada de Al-Magrib mientras con la otra, ruda, vellosa y sucia propina mandobles a todo el que se pone a su alcance. 

Clama al cielo y a los siglos que, si no respeta ni lo sagrado, los demás pueblos del Orbe den la espalda y no vuelvan cara, ni comercio ni trato de naturaleza alguna hasta la satisfacción de su ofensa.

El silencio duele más que cien garrotazos.

Sancho Panza

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pedro Castro-Crespo

Ahora que mi amo y señor Sancho Panza anda encamado presa de aquestas fiebres otoñales y como quiera que debe cumplir fielmente a la palabra dada, tomo el testigo en mi nombre y en el de mis antepasados -asnos todos de noble linaje, quizá en alguna anterior generación tomamos sangre de potros arábigos- para hablar de las andanzas y las cuitas que rondan estos parajes de Xatafi.

Centraremos el debate en la figura de don Pedro Castro, personaje singular al que desde tiempos inmemoriales, tantos como lleva en su poltrona, le identifican por su coincidencia semántica con aquel alcalde de la ilustre villa de Zalamea, que se ganó el título vitalicio tras vengar la deshonra de su hija.

Al igual que Crespo anda buscando Castro venganza, pero por motivos bien dispares. Aunque bien pudiera parecer, sepan vuesas mercedes, que la que nos ocupa es también historia de conflictos familiares. Y como buen y noble burro que es uno, no puedo sino asemejar ambas semblanzas aportando a cada cual el papel que le corresponde en el relato.

El alcalde Pedro Crespo sospecha desde hace tiempo de las aviesas intenciones de su hijastra política, Sara Hernández. Piensa el veterano mandatario que aquella quiere avanzar en política calzando botas de siete leguas y eso, que le corroe por dentro, ha minado su entendimiento.

Sin tiempo para la chanza, hete aquí que su valido tiene por decidido que llegado ha el tiempo del cambio, que la villa reclama nuevos y más jóvenes gobernantes y que, anunciado el ocaso de su carrera, momento es de convencer al alcalde de tomar caminos semejantes y buscar retiro en alguna propiedad distante. Victoriano Gómez, aqueste es el nombre del valido, no contaba con la bravucona respuesta de su terco edil, empeñado en dar demanda a su “vitalicio” cargo.

Y como quiera que estas disputas surgen el momento menos oportuno, los unos aprovechan la pelea política en los confines regionales para lanzar a los cuatro vientos su afrenta y el otro elige el camino equivocado para dar con sus posaderas en el despacho frío y triste del comendador socialista Tomás Gómez, quien le exige que se marche, cual flautista de cuento, con su música a otra parte.

Y en esas andan los protagonistas de esta historia que no ha hecho sino comenzar y que, ya les contará mi amo Sancho Panza, va camino de dejar heridas que ni el tiempo, ni el bálsamo de Fierabrás podrá curar.

El fiel Rucio